Hay discos que parecen escritos para habitar el aire en suspensión. Blush Response, el tercer largo de Acopia, es uno de ellos. La formación de Naarm/Melbourne da un paso hacia delante con una claridad sonora que no traiciona la melancolía que los ha acompañado desde sus primeros compases. Kate Durman vuelve a susurrarnos como si las palabras se deshicieran en el mismo instante en el que salen de su boca, mientras Lachlan McGeehan y Morgan Wright construyen un paisaje donde la delicadeza y la tensión conviven en equilibrio.

Lo que antes era un misterio difuso ahora se convierte en un espejo que refleja emociones sin velos. La fragilidad ya no es un disfraz, sino un lenguaje. Canciones como “Talk About It” o “See You In Everyone” muestran ese tránsito: reverberaciones que evocan a Cocteau Twins, bajos que serpentean, guitarras que se atreven a mirar de frente. Y cuando llega “Falter”, la electricidad se condensa en un filo que corta suave pero profundo, enseñando que Acopia también sabe ser contundente sin perder su halo etéreo.

Hay un aroma de madurez en todo el disco. El diálogo entre voces en “Let Down” no solo abre una grieta, sino que deja escapar una rabia contenida que antes parecía imposible en su catálogo. El eco del trip-hop, el roce con la electrónica más hipnótica, incluso un guiño al slowcore en “Chase Me”: cada detalle suma capas que no buscan deslumbrar, sino resonar en la memoria. Y en “Last Word”, la clausura, la derrota se convierte en belleza pura, con un bajo obstinado que sostiene una voz que parece despedirse de algo más que de una relación.

Blush Response es, sin duda, uno de los discos más esperados y necesarios de 2025. Un álbum que confirma que Acopia no son solo creadores de ensoñaciones difusas, sino arquitectos de un espacio emocional donde la vulnerabilidad se celebra y el minimalismo se expande en matices infinitos. Una obra que no teme al silencio ni al exceso, y que reafirma a la banda como uno de los proyectos más fascinantes de su generación.

Un disco para escucharlo de madrugada, cuando todo calla y lo único que queda es la verdad que duele, pero también la que sana. Y creedme cuando digo que lo he escuchado tanto que hasta mi hijo de dos años ya tararea algunos de los sencillos que adelantaron, esa es la mejor prueba de que estamos ante un álbum que se queda grabado sin remedio.

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