Sí, echar la vista al pasado, hace comprender por qué algunos estamos enamorados del futuro. Kraftwerk, tiene mucha culpa.

Creadores de una música atemporal, que nació en los setenta, completamente ajena a al rock que imperaba. La nave espacial del cuarteto, comandada por Ralf Hütter –único integrante que queda de la formación original– tomó tierra en Madrid.

Lo hizo en las Noches del Botánico, poniendo en liza su ya conocido show en 3D. Disfrutar de Kraftwerk, es saber que no vas a descubrir nada nuevo, mientras viajas al origen a través de añejos y primitivos ritmos y sonidos. Un recorrido perfectamente milimétrico y medido desde la propia puesta en escena, que colgó el no hay billetes.

Cuatro mesas, en forma de atril, sirvieron para dar cobijo y albergar las máquinas de los pioneros de la música electrónica, completamente embutidos en sus trajes interestelares, seguramente ideados por algún imaginativo robot motivado por impulsos eléctricos.

‘Numbers’, fue el pistoletazo de salida a una exhibición estática, en la que nuestro sentido de la vista –en conjunción evidente con el del oído– fue protagonista, gracias a esa interacción total que nos daban las gafas tridimensionales con aquello que iba apareciendo en pantalla y que parecía salir de ella.

Público con sus gafas 3D © Noches del Botánico

Dos horas de máximo disfrute y recuerdo que evoca futuro, en las que piezas como ‘The Man Machne’, primer clásico que enloqueció al personal; ‘Autobahn’, con su hipnótico y sencillo video infinito de la carretera o una brutal puesta en escena ‘Tour De France’, encandilaron con la característica seña de identidad, minimalismo y austeridad.

Así disfruto Madrid de unos de los grandes influyentes de la música popular contemporánea, la que va del techno a los nuevos ritmos urbanos, volviendo a dejar claro que reencontrarse con el incorrupto pasado de Kraftwerk ayuda a comprender y mejorar el futuro sonoro.

Texto: Juan Antonio Lorente