El nuevo proyecto de Family Club echaba a andar, y lo hacía con un cartel de auténtico lujo que ocupaba los 3 espacios de la sala.

Depués de un parón de meses, únicamente alterado por la exitosa reunión –ya clásica– a la que Oscar Mulero nos da cita cada mes de octubre, las puertas del mítico club volvían a abrirse, y cuándo decimos puertas es porque nos referimos a todas, ya que esta puesta de largo se llevo a cabo en la totalidad de espacios de los que dispone el club, la Free-Room que ahora recibe el nombre de main –siempre será la Free–, la View-Room rebautizada como Haters y lo que parece la nueva joya de la corona, The Cave, que no es otra cosa que una sorprendente y remozada terraza.

El escenario, de sobra conocido por todos, iba a albergar una propuesta sonora de lo mas variopinta y completa, encabezada por el showcase de quizá uno de los sellos más en forma y referente mundial en cuanto techno se refiere, Dystopian, el combo-hype con aromas ibicencos formado por Steve Lawler y Joris Voorn ocupando la terraza y el techno de corte más clásico –y no por ello menos avanzado– asentándose en la zona Haters, con James Ruskin y Oliver Oh como cabezas de cartel.

Vamos a lo que de verdad nos interesa, lo musical y como es percibido sensorialmente en Family Club; muchos somos los que nos hemos “críado” de alguna u otra manera en este espacio, hemos visto pasar a los mejores artistas del globo y de todos los estilos posibles, por lo cuál, soprender al respetable únicamente tirando de cartel es muy difícil, la noche se presentaba como una nueva experiencia al completo, una revisión integral de todo lo visto y vivido durante los últimos veinte años de historia del club.

Y sí, revisión –o más que eso– es un replanteamiento total; lo que mas llamó la atención no hay duda de que fue la terraza, The Cave –y su estructura triangular que invita a viajar en un túnel de locura– se quedó pequeño por momentos para acoger a tanto clubber ansioso de sonidos sin complicaciones y de sobra conocidos por todos, la sombra de Ibiza es muy alargada, y la onda expansiva de propuestas como Ants se hacen notar, sobre todo al ver sobre cabina a Joris Voorn y Steve Lawler –seguramente dos de los principales embajadores del sonido “tech”–. Vamos a ser sinceros, no disfrutamos de esta zona mucho más allá de descubrir las novedades –impactantes, hay que verlo– y reencontrarnos con gente que hacía mucho tiempo que no veíamos, nuestro objetivo musical esta noche era otro, conocer la propuesta Dystopian.

Nuestro lugar de acampada, la main –la free, mejor– fue absorbida al completo por la propuesta galáctica y fantasiosa de un techno distópico y poco usual, auténticamente definido y que se está granjeando como estilo propio. Los chicos de Dystopian, con Rødhad a la cabeza, vinieron a Castilla a plantar su bandera y predicar sus profecías en forma de 4×4; la de Dystopian es una familia diversa pero unida y en esta noche pudimos deleitar nuestros oídos, con sonidos originarios de Italia, Suecia y por supuesto Alemania.

De Italia, de ahí es originario nuestro primer protagonista, Distant Echoes, un tipo que supo empezar a poner la primera piedra, un techno contundente y a la vez agradable que iba adentrándonos en las densidades más profundas de un sonido redondo, tremendamente favorecido por el nuevo soundsystem –uno de los grandes cambios– L-Acoustics ha sido la empresa elegida de colocar unos nuevos line, los K2, acompañados de sus correspondientes sub, se encargan de generar una experiencia que hace vibrar hasta las llaves que tienes en el bolsillo, de hecho el suelo también vibra y te hace sentirte completamente dentro de lo que está sonando.

Joel Mull recogió el testigo de Distant Echoes, y el sueco lo hizo bien, realizar el warm-up al jefazo no es tarea sencilla, techno muy actual con algunas trazas de otra época fueron la antesala perfecta al plato fuerte de la noche, Rødhad, que tras un arranque un tanto extraño, consiguió que la pose y el estilo germano se apoderaran de la cabina, una selección musical impecable y un ritmo frenético a tres canales constantemente arriba, categoría que disfrutamos en una Free-Room, que ya hemos contado como suena, pero no como se ve, y es que una nueva instalación de leds en el techo nos hace sumergirnos en un psicodélico plan, que tiene por finalidad no dejar de bailar –aunque en algunos tramos de la noche la luz sea excesiva–, como punto negativo echamos un poco en falta los clásicos visuales, algo que siempre ha formado parte de la identidad de la sala; confiamos en que en futuras fechas pudieran disfrutarse nuevamente, sería una combinación perfecta.

Dispuestos a poner punto y final a esta experiencia, subimos las escaleras para conocer Haters, donde Oliver Oh estaba terminando su actuación, mucho break y oscuridad, que estaban disfrutando unos pocos afortunados, destacar también el sonido L-Acoustics de esta zona, roza la perfección. Parece que la cosa va en serio por Family Club y ya hemos podido saber que celebrará su XXI Aniversario el próximo 5 de diciemnre y contará como cabezas de cartel con Ben Klock y Marcel Dettmann, marcamos la fecha en el calendario…